Search Engine Submission - AddMe Viajera atemporal: junio 2010

miércoles, 30 de junio de 2010

Viajar por libre

Cuando se viaja por libre se sabe como empieza el día, pero nunca como va a acabar.

No se sabe si se llegará a tiempo a algún lugar, si se descubrirá algo nuevo, o si perderemos el camino.

No se sabe nunca con quien nos encontraremos, si agradable o detestable, si sincero o embustero, si nos va a ayudar o a meter en un lío. ¿Nos habrá indicado la dirección correcta?

No se sabe si llevamos el rumbo adecuado o si vamos camino de un páramo extraviado.

Nunca sabremos si la providencia nos sonreirá o nos dará la espalda. ¿Seremos bienvenidos? ¿Nos darán protección?

Mejor no hacer planes.
De todos modos, ¡quién quiere hacer planes pudiendo improvisar!




Haciendo amigos

Pasar desapercibida

Nadie se fija especialmente en mí por los bazares, o como mínimo se fijan mucho menos de lo que nos fijaríamos nosotros en un derviche si se diera un paseo por Piccadilly.
Vita Sackville – West, Pasajera a Teherán

Consejos para muejeres que viajan solas

Consejos para El Cairo. Un caso aparte

Según mi experiencia los egipcios son bastante amables en general, no tendrás problemas si sigues unas "pautas básicas de comportamiento", como moderar tu vestimenta o no mirar descaradamente a la gente (donde dice gente léase hombres).

Un pequeño truco:
Ponte pañuelo.. no falla!! te haces invisible a la vista masculina y notarás un poco más de respeto.

Vista aérea de las pirámides de Gizeh tomada desde el avión.
(Nótese como la ciudad llega a las puertas del desierto)



#1. Usa ropa amplia y se discreta. Recomendable la manga larga... sí, suena duro teniendo en cuenta el clima, pero hay una gran variedad de ropa local de tela fina que puedes comprar, elige tejido transpirable, como el algodón fino o el lino y, nada de polyester que no es transpirable. Intenta usar ropa de colores claros, el negro es discreto pero atrapa el calor con facilidad. Por supuesto, nada de escotes ni faldas cortas, atraerías a una legión, como moscas ante un delicioso pastel de bodas.

#2. Si tienes más problemas, evita el contacto visual (en la medida de lo posible, porque los egipcios son atractivos, bueno, los jóvenes, jeeejee). Hay una propensión a creer que si una mujer sola cruza miradas con un egipcio es señal inequívoca de que está buscando compañía.
Un truco: si te pierdes y quieres preguntar a alguien el camino pero no quieres compañía, elige a gente que esté ocupada haciendo algo, como trabajando en una tienda o a un policía porque de elegir a un viandante desocupado cualquiera correrás el riesgo de que te quiera acompañar hasta el lugar donde desees ir, querrá invitarte a tomar un té y te pedirá tu número de teléfono, como mínimo, ya que la cortesía local es así de desprendida. Se debe dar completa cobertura al extranjero y ayudarle en todo lo que necesite, cubrir sus necesidades, darle comida y refugio hasta que esté completamente satisfecho.

#3. Si el tropiezo con el género masculino se hace inevitable usa las frases de des-cortesía egipcio-femeninas, véase: Nufud nafsak! --> algo así como déjame tranquila! ("no te oigo”).
Si la cosa es grave: An nachda!--> Auxilio!

#4. Y si de verdad estás en apuros, grita y arma jaleo... además de ser lógico, ayuda a crear conciencia de grupo y te darán protección estés donde estés. Aunque parezca mentira, los egipcios están muy concienciados con la protección a la mujer aunque a veces la acosen, otra incongruencia de las usuales por ahí.

# 5. “La gran ventaja de ser mujer en un país árabe es que siempre puedes parecer más tonta de lo que eres realmente y a nadie le parecerá extraño”, es decir, se da por sentado que las mujeres en estos países somos analfabetas, en algunos lugares incluso somos ignoradas, se hacen comentarios desafortunados sobre nosotras en nuestra presencia o simplemente no somos tomadas en cuenta a la hora de decidir algo. La situación es dura y nos hace sentirnos incomprendidas al prevalecer la mentalidad machista. Esto que a priori nos parece horrible podemos usarlo a nuestro favor en algunas situaciones:
Como “somos” analfabetas no sabemos leer, por tanto, si hemos transgredido las normas del museo y nos llaman la atención, no pasa nada (!) porque no podemos leer el cartel donde dice, por ejemplo, que no se pueden sacar fotos y hemos llenado la memoria de la cámara.
En fin, que tenemos que ser capaces de darle la vuelta a estas normas machistas que nos enervan y saber usarlas a nuestro favor, y para ello debemos saber como piensan los demás, así que mejor ir trazando líneas que delimiten el comportamiento humano local. Se observadora.

#6. Intenta respetar las normas de cortesía local, por ejemplo, no es normal ir tocando a la gente por ahí. Si te presentan a alguien no le des dos besos de cortesía occidental, eso les parecerá ofensivo, simplemente dales la mano, y si ves que ni siquiera hacen el gesto de tenderte su mano, entonces olvídalo y di simplemente: “encantada de conocerte”. Hay que olvidarse un poco de los convencionalismos occidentales y acercase a la forma de ser de los locales, obsérvalos e imita sus pautas de conducta, esto te hará sentirte integrada en su mundo y a la vez no desentonarás ni llamarás la atención.

lunes, 28 de junio de 2010

El viajero inteligente es el que no deja de sorprenderse




Los hindúes tienen un único término para denominar “mañana” y “ayer”, por lo que podemos concluir que su idea del tiempo relativo debe ser muy distinta de la nuestra, o de otro modo habrían forjado una palabra que se adaptara a las necesidades de esas percepciones más amplias. No tenemos manera de aprehender las ideas que no podemos vestir con palabras, como tampoco somos capaces de imaginarnos una forma de vida en la que no participe alguno de los elementos que nos son conocidos...


Pasajera a Teherán, Vita Sackville - West

domingo, 27 de junio de 2010

Bordados. Del mecanicismo de un telar

Del mecanicismo de un telar
٭Metodología práctica٭

¿Escribir, dices?
¡Qué yo no soy tejedoᴚa!
ϿϾ
Ardua tarea es,
desenredar el hilo
enmarañado del pensamiento,
enhebrar una aguja con ingenio
y empezar a coser,
para así, puntada tras puntada,
lograr plasmar sobre en papel
el entramado maravilloso
de una composición escrita.
؏
¡O un bordado multicolor!

jueves, 24 de junio de 2010

Stradilarios

Joshua Bell

El sr. Malikian llega a la calle Larios un sábado por la tarde, busca el lugar más concurrido y otea el horizonte; el aire huele a biznagas y para asegurarse un buen índice de audiencia se sitúa cerca del mimo vestido de gnomo que siempre tiene a su alrededor un corrillo expectante. “Éste será un buen sitio”. Abre la funda del violín con extremo cuidado, acaricia su superficie y vuelve a mirar alrededor. “Ha llegado la hora de dar el concierto”. Coloca el violín en la curva de su cuello, con delicadeza, sin prisas. Mira otra vez a su lado, el mimo hace aspavientos cuando un niño lanza una moneda en su cubo y todos ríen. Malikian Suspira y comienza a tocar. Las primeras notas, como calentamiento, se empiezan a desprender una a una. Nadie mira: es lógico. El siguiente movimiento es perfecto, las notas son desgarradoras y el fraseo es increíble. La gente pasa a su alrededor sin prestarle mucha atención. Se siente tenso, inseguro; es la primera vez que toca en la calle para conseguir unas monedas y hasta nota algo parecido a la vergüenza. Pero él no es ni un músico callejero, ni un principiante. Ara Malikian es el primer violín de la orquesta filarmónica, el mejor y el más “famoso”, y lo que sujeta entre sus manos es un Stradivarius Gibson Ex Huberman de valor incalculable. Y la gente pasa y sigue pasando a su alrededor. La funda del violín vacía, ni una sola moneda.


El señor Malikian suspira hondamente. Desliza el sobre blanco sobre la mesa del café Madrid. Sentado frente a él, un hombre joven con vaqueros y una gorra recoge el sobre y sonríe satisfecho: “Te lo dije, no hay nada que hacer”
Malikian se encoje de hombros y devuelve el maletín que contiene el Stradivarius a su legítimo dueño, Joshua Bell, el hombre de la gorra: “Malikian, siento que hayas perdido la tarde...y la apuesta”.

En el fondo, aunque no muy hondo, Ara Malikian tenía la esperanza de poder captar la atención de los viandantes con su arte... pero el hombre moderno no está preparado para encontrar la belleza.


Ara Malikian


Basado en los siguientes hechos reales:
Experimento llevado a cabo en EEUU por Joshua Bell, encargo del Washintong Post, cuyo objetivo era demostrar que el hombre moderno no es consciente de la belleza que le rodea.

Mismo experimento, en el metro de Madrid, encargado a Ara Malikian por el diario 20 minutos. Mismo resultado

Ver ambos experimentos

Un autobús egipcio. In sha allah

El Cairo, un día cualquiera


En el Cairo, la ciudad más superpoblada y ruidosa del continente africano, rigen unos códigos de circulación diferentes de los de cualquier otro lugar del mundo. Y por tanto, el sistema de conducción y el propio código de la circulación están adaptados al medio donde se desarrolla. No existen los semáforos ni nada que se les parezca, de hecho, no hay apenas iluminación en las carreteras; los pasos de cebra brillan por su ausencia y, en el caso de que llegasen a existir algún día, no serían de mucha ayuda, ya que los conductores no están dispuestos a ceder a los viandantes su derecho a pasar y, además, no saben usar los frenos. Los peatones caminan por la calzada, ya que las aceras, llenas de agujeros insondables y de excrementos (animales o no) no están hechas para el tránsito humano, y caminan junto a todo tipo de vehículos: un ejército de taxis se disputan el espacio disponible frente a otras tantas Vespas desvencijadas, bicicletas que transportan cargas inverosímiles, carretas, burros y demás animales de tracción a las cuatro patas, buses, minibuses, etc. pero, desafiando lo racional, el medio de transporte más efectivo en medio de este caos es el autobús.

Un autobús egipcio es un engendro:
Es un híbrido entre un vehículo de transporte y un club social. De aspecto cochambroso como norma general, suele transportar en su interior, exterior y laterales, a la tropa egipcia que se dirige a su punto de ocio habitual, además de las cargas más surrealistas, pesadas o extrañas; desde fardos de forraje para el ganado y gallinas, hasta músicos con todo su armamento de trompetas.

Subir en un autobús egipcio es un arte difícil de aprender.
Primer problema: las paradas no están señalizadas... ¿para qué molestarse en poner carteles si todos los paisanos saben cuáles son las calles por las que pasa el autobús que quieren usar? Simplemente hay que preguntar al egipcio de turno y amablemente se ofrecerá a señalarnos el lugar donde debemos posicionarnos.
Segundo problema: suelen estar atestados de gente y de las cargas anteriormente mencionadas, que sobresalen incluso por las ventanas. Y la gente cuelga, haciendo funambulismo, de las puertas siempre abiertas.
Tercer problema: como no existen las susodichas paradas no se podrá saber nunca donde bajar. El uso común egipcio dicta que simplemente hay que ponerse cerca de la puerta y saltar (sí, saltar) a la calle y evitar ser atropellado por los otros vehículos que puedan estar pasando en ese momento.
Cuarto problema: los asientos y demás mobiliario del que se compone el autobús estarán siempre en un estado de conservación deplorable o serán demasiado antiguos, así que si el viaje es largo se tendrá dolor en ciertas partes de la fisonomía gracias a que los asientos son de madera y al estar forrados de skay harán sudar hasta dejar la ropa pegada al cuerpo.

Quinto problema: debido a las carencias en el citado equipamiento del autobús, se prescinde del aire acondicionado, es decir, existe, pero no como tal: las ventanas y las puertas permanecen abiertas todo el trayecto, dejando entrar todo tipo de inmundicias, olores y ruidos en el atestado autobús. Y si sopla el viento desde las pirámides, incluso entrará la arena del desierto, dejando el suelo del bus completamente alfombrado de dorada arena faraónica.

Sobre la conducción:
- No usar nunca los frenos, es preferible esquivar a los demás vehículos y, la gente... que se aparte.
- Cada movimiento realizado dentro del vehículo irá acompañado por un toque de claxon, ya sea cada gesto al hablar, un movimiento del volante o un simple pestañeo del conductor. Hay que tocar el claxon SIEMPRE y para TODO.
Sobre la seguridad:
- Los cinturones de seguridad no es que escaseen, son rara avis en la fauna cairota. Simplemente se extirpan de los vehículos.
- Sacar siempre los brazos por las ventanillas para hacer gestos a la gente, saludar a los amigos, etc.
- Se debe poner la música lo más alta posible, por lo menos hasta que el volumen se distorsione y no se entienda nada de lo que canta la diva egipcia, Umm Kalsoum.
- Consecuencia de lo anterior: hay que hablar lo más alto posible hasta quedar afónicos si se quiere mantener una conversación dentro del vehículo.

Pero la norma más básica de conducción, e incluso de supervivencia en éste o en cualquier país árabe será siempre la frase: In sha Allah. El “Inshalá” es nuestro “si Dios quiere”, aunque cabe decir que mejor sería traducible por “Dios mediante”. Es un mantra que debemos aprender ya que nos protegerá, y es útil porque se usa para todo.


No es hora punta


Ejemplo práctico:
Tú: Lléveme a la plaza Tahrir Inshallah
Conductor: Inshallah
Tú: ¿Está muy lejos de aquí?
Conductor: Inshallah no mucho

Algo así como: llegaremos (Dios mediante) si el autobús no se desarma por el camino, ni sufrimos un accidente antes, ni atropellamos a demasiada gente, animales y vendedores de pan en bicicleta...

miércoles, 23 de junio de 2010

El viaje comienza en un libro

En busca de las flores del paraíso





Este libro, En busca de las flores del paraíso , de Kevin Rushby me llevó al país del Qat, de las Jambyas y del ensoñamiento.



Allí comienza el verdadero viaje. Al atardecer, la hora de Salomón (Saat suleimanya), los yemeníes se dejaban caer lánguidamente sobre los divanes; tumbados sobre cojines iban desgranando poco a poco sus historias y leyendas, mientras arrancaban una a una las hojas de una rama de Qat para ir llevándoselas a la boca con delectación.

El Qat adormece las preocupaciones cotidianas, ahogándolas en un sopor dulce; abre la mente, pero te sume en un estado de languidez del que no puedes escapar. Esa es la magia del momentum yemení, el Kif para los marroquíes, el naÿva para los persas: la hora de la conexión con Dios. La conciencia de saberse parte integrante del universo, de participar de él y de aceptar sus dones, pero también sus limitaciones. La embriaguez producida por el conocimiento, asomarse al vacío del mundo, al abismo y sentir ese vértigo ...