Search Engine Submission - AddMe Viajera atemporal: Adiós Irán

viernes, 10 de septiembre de 2010

Adiós Irán

Tenemos que volver...

Nos despertamos a las 2:30 de la mañana para poder salir en taxi a las 3 y llegar al aeropuerto internacional de Tehran, Iman Khomeini dos horas antes de la salida del avión.

El taxista de la agencia que viene a recogernos mete las mochilas en el coche, se pone una visera, a pesar de que es noche cerrada, y pisa el acelerador (que no dejará de pisar en todo el trayecto, sin bajar nunca de los 120 Km/h).

A las 3 de la mañana hay mucha vida en las calles del centro de Tehran. La gente está celebrando el Ramadán una noche más.

Llegamos al aeropuerto en menos de 40 min. cuando suele tardarse más de una hora, porque Horace (sic) conduce como si de verdad se encontrara en una carrera de F1.
Tehran se va borrando de nuestra vista y va apareciendo, poco a poco, la figura imponente del aeropuerto, un edificio nuevo, con una iluminación colorista, casi teatral.

Nos despedimos de Horace "el veloz" y tomamos un té en el aeropuerto: 5.000RR

Pasamos los habituales controles de seguridad, y en uno de ellos hay una señora sentada en una silla de madera, que deja el libro que está leyendo languidamente y nos cachea con cara de pocos amigos. Para inspeccionar mi monedero, lleno aún de Riales Iraníes, le da un tirón tal a la cremallera que acaba por romperlo. Por supuesto no pide disculpas por ello.

El avión destino Doha sale con 15 min. de retraso (cuando aterricemos notaremos como el tiempo se nos iba echando encima debido al lento desembarco de pasajeros y estaremos a punto de perder la conexión a Madrid, pero afortunadamente todo salió bien).

El vuelo transcurre sin incidentes por la noche y al amanecer, tras la ventana, aparece Doha depertándose de un sopor árido, entre campos de golf y urbanizaciones con piscinas de megalujo en el desierto.
Para contrastar con el mármol de las mansiones que dejamos atrás, los dwos, humildes barcos de madera que se mecen en el otro lado de la bahía, parecen adormecidos, flotando en un pesado sueño de madera salada, como un recuerdo de lo que fue la vida en un no tan lejano pasado.
El skyline es impresionante. El avión comienza a descender entre rascacielos de formas surrealistas que me recuerdan a Shinjuku, allá en el lejano Tokio y no en algún lugar del Golfo Pérsico, donde nos encontramos.

[Me maldigo mil veces por no haber sido lo suficientemente rápida para coger la cámara de fotos y sacar una instantánea de esta vista neoarquitectónica y su contraste con las arenas del desierto]

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